POR: JOSE CRISANTO FRANCO MOO
MESTRO EN SOCIOLOGIA
EX PROFESOR DE LA UNO
Valladolid.- Los alumnos de la Universidad de Oriente (UNO) tomaron los edificios del campus universitario en una acción legítima ante la incertidumbre presente y futura que les había generado la pésima administración del plantel. El asunto no es menor, si se considera que al elegir una carrera, los jóvenes estudiantes se están jugando la vida en su formación profesional, de cara a su futuro laboral.
Lo realmente lamentable en aquellas circunstancias de mala administración y falta de transparencia, hubiera sido que el alumnado no hubiera alzado la voz, ante un proyecto desvirtuado en su función primordial que es el educar. Cabe recordar que la institución nace como una universidad pública, carente de autonomía, por lo que la designación de las autoridades educativas, corresponde a la autoridad política en turno. Cuando la anterior administración, en el uso de su atribución decidió otorgarle la conducción de la UNO a Graciela Cortés, esta persona fungía como directora de la escuela normal básica “Rodolfo Menéndez de la Peña en la ciudad de Mérida. Este dato arroja luz sobre un primer factor de riesgo en la naciente universidad: el perfil inadecuado. El argumento se centra en la simple razón de que es totalmente diferente conducir una universidad que una escuela normal.
Lo adecuado para la universidad hubiera sido que su Rector fuera un funcionario con perfil universitario y de ser posible, afín a alguna de las carreras que la institución oferta, ni que decir si el rector hubiera sido un antropólogo o un lingüista maya hablante, pues la UNO, fue planeada para darle cobertura a una región (oriente) con fuerte presencia indígena maya. Cabe recalcar, que ni Graciela Cortés, ni su Secretaria Académica Gisela Leo, cumplían ese requisito mínimo indispensable. Sin embargo, se les dio el voto de confianza y la oportunidad de hacer las cosas bien, ante todo por los altos sueldos que percibirían, los cuales, obviamente provienen de los dineros públicos aportados por los contribuyentes.
Desde un principio, Graciela se rodeó de un petit comité con Gisela Leo y Patricia Díaz Trujeque. Pese a ser una institución pública, la trasparencia siempre brilló por su ausencia, las plazas docentes y administrativas eran otorgadas a conveniencia de la pequeña familia. No fue hasta que se dio el caso en el cual la ex coordinadora de la Licenciatura en Lengua Maya, Paola Álvarez demandó a la universidad por explotación laboral, y sacó a la luz una serie de anomalías, que la UNO comenzó a hacer concursos de oposición para admitir nuevos profesores. Empero, esto fue solamente mientras las cosas se calmaban, pronto regresaron a su ritual de asignación directa.
En cuatro años de existencia, la UNO ha tenido una altísima rotación de docentes. Se han ido de la institución, sin exagerar el dato, unos 50 profesores, muchos de los cuales son eminencias en la investigación con grado de Doctor. ¿Será posible sostener el argumento de que 50 maestros estuvieron mal en su apreciación de la administración, y que el petit comité siempre tuvo la razón? El mecanismo para despedir profesores incómodos era bastante burdo y sencillo, consiste en llamar al mentor y decirle que una encuesta (nunca aplicada) arrojó datos negativos del afectado y que su estadía en la escuela, era insostenible. El formulario era estructurado de manera sesgada, pues de cuatro o cinco formas diferentes, sondeaban el mismo aspecto negativo del personal docente.
La gestión de Graciela se distinguió por sus constantes viajes al extranjero, los cuales obviamente son costeados por la institución. Alemania, España, Estados Unidos, Eslovenia, Argentina, etc., son algunos de los países visitados por la rectora. El argumento para dichos viajes, es la firma de convenios interinstitucionales, lo cual no está mal; el detalle negativo sale a la luz cuando los convenios no producen nada. El éxito de un convenio es la productividad, expresada en investigaciones, intercambios y publicaciones. En el año 2009, la UNO organizó un congreso en educación, el cual hubiera sido excelente si la orientación de la universidad fuera la pedagogía, pero la realidad es otra, pues tal congreso no beneficiaba a los estudiantes, pero si justificaba decir que la administración estaba trabajando. Sin embargo, ello era comprensible si se considera el perfil normalista de la rectora.
Si la nominación de Graciela Cortés fue un error, la ratificación por un segundo periodo, fue algo lamentable, y fue responsabilidad entre otros, del patronato integrado por la CANACO, la COPARMEX, y el Ayuntamiento de Valladolid. No está por demás señalar que hábilmente, la rectora instituyó el premio denominado Sac-bé, el cual solo tuvo una emisión, para beneficiar a doña Elsy Méndez, una distinguida miembro de la COPARMEX, y con la cual la ex rectora tiene nexos familiares de segunda línea. El arte de la adulación rinde frutos. Nunca más se ha vuelo a otorgar el galardón mencionado; al menos para quien esto escribe, hay personas con mayor trayectoria en la lucha y defensa de los derechos indígenas que deberían ser merecedores de la distinción, como lo son el profesor Jorge Humberto Escobedo Moguel, dirigente del FIRO (Frente Indígena revolucionario de Oriente), o el profesor Bartolomé Alonso Caamal de la asociación civil Mayaón.
Causa pena ajena el haber leído a través del Diario que un dirigente empresarial de Valladolid fue a tratar de persuadir a los jóvenes ciudadanos para que abandonaran su protesta, pues según esta persona, denigraban la imagen de Valladolid. Creo que es peor ser vistos en el ámbito académico, como una comunidad a la cual, gracias a su torpe clase política-empresarial, le vendieron un fraude disfrazado con el traje del Rey Midas. Para evitar caer en los mismos errores, lo primero que debe considerar el patronato de la UNO, es evaluar la eficiencia de las autoridades educativas, en rubros como la investigación, la docencia, la vinculación interinstitucional, la titulación y el empleo para los egresados. Las relaciones familiares, las filiaciones partidistas o los compadrazgos, son un cáncer que mina el desempeño de las instituciones educativas.
Para no pasarlo por alto, cabe mencionar que en los dos cuatrimestres que colaboré como profesor de la UNO, a la rectora solamente se le veía en la universidad uno o dos días de la semana, el restante tiempo, se lo pasaba en la ciudad de Mérida. La relatoría podría ser muy extensa. Pero el hecho real es que los alumnos de la institución educativa han sido afectados negativamente en su formación profesional. La alta rotación de profesores ha hecho mucho daño en los procesos de aprendizaje, servicio social y titulación. El haber tomado la institución fue quizá una medida extrema, pero ampliamente justificada, y por lo tanto, legítima. Debemos estar orgullosos como vallisoletanos de este brillante ejemplo de valor y cultura cívica demostrada por los estudiantes y por la Sociedad Civil que les supo dar su apoyo a través de los medios de comunicación independientes.
Ahora se abre un nuevo capítulo en la Historia de la joven universidad, con el nombramiento del Dr. Carlos Bojórquez Urzaíz como nuevo Rector de la universidad, al cual de inicio se le da el beneficio de la duda sobre la posibilidad de hacer las cosas bien, y reencauzar a la UNO en su función vital en el Oriente de Yucatán. Su prestigio académico lo precede y su experiencia universitaria puede ser benéfica para toda la comunidad universitaria. Empero, es deber de toda la ciudadanía vigilar su desempeño.
Lo realmente lamentable en aquellas circunstancias de mala administración y falta de transparencia, hubiera sido que el alumnado no hubiera alzado la voz, ante un proyecto desvirtuado en su función primordial que es el educar. Cabe recordar que la institución nace como una universidad pública, carente de autonomía, por lo que la designación de las autoridades educativas, corresponde a la autoridad política en turno. Cuando la anterior administración, en el uso de su atribución decidió otorgarle la conducción de la UNO a Graciela Cortés, esta persona fungía como directora de la escuela normal básica “Rodolfo Menéndez de la Peña en la ciudad de Mérida. Este dato arroja luz sobre un primer factor de riesgo en la naciente universidad: el perfil inadecuado. El argumento se centra en la simple razón de que es totalmente diferente conducir una universidad que una escuela normal.
Lo adecuado para la universidad hubiera sido que su Rector fuera un funcionario con perfil universitario y de ser posible, afín a alguna de las carreras que la institución oferta, ni que decir si el rector hubiera sido un antropólogo o un lingüista maya hablante, pues la UNO, fue planeada para darle cobertura a una región (oriente) con fuerte presencia indígena maya. Cabe recalcar, que ni Graciela Cortés, ni su Secretaria Académica Gisela Leo, cumplían ese requisito mínimo indispensable. Sin embargo, se les dio el voto de confianza y la oportunidad de hacer las cosas bien, ante todo por los altos sueldos que percibirían, los cuales, obviamente provienen de los dineros públicos aportados por los contribuyentes.
Desde un principio, Graciela se rodeó de un petit comité con Gisela Leo y Patricia Díaz Trujeque. Pese a ser una institución pública, la trasparencia siempre brilló por su ausencia, las plazas docentes y administrativas eran otorgadas a conveniencia de la pequeña familia. No fue hasta que se dio el caso en el cual la ex coordinadora de la Licenciatura en Lengua Maya, Paola Álvarez demandó a la universidad por explotación laboral, y sacó a la luz una serie de anomalías, que la UNO comenzó a hacer concursos de oposición para admitir nuevos profesores. Empero, esto fue solamente mientras las cosas se calmaban, pronto regresaron a su ritual de asignación directa.
En cuatro años de existencia, la UNO ha tenido una altísima rotación de docentes. Se han ido de la institución, sin exagerar el dato, unos 50 profesores, muchos de los cuales son eminencias en la investigación con grado de Doctor. ¿Será posible sostener el argumento de que 50 maestros estuvieron mal en su apreciación de la administración, y que el petit comité siempre tuvo la razón? El mecanismo para despedir profesores incómodos era bastante burdo y sencillo, consiste en llamar al mentor y decirle que una encuesta (nunca aplicada) arrojó datos negativos del afectado y que su estadía en la escuela, era insostenible. El formulario era estructurado de manera sesgada, pues de cuatro o cinco formas diferentes, sondeaban el mismo aspecto negativo del personal docente.
La gestión de Graciela se distinguió por sus constantes viajes al extranjero, los cuales obviamente son costeados por la institución. Alemania, España, Estados Unidos, Eslovenia, Argentina, etc., son algunos de los países visitados por la rectora. El argumento para dichos viajes, es la firma de convenios interinstitucionales, lo cual no está mal; el detalle negativo sale a la luz cuando los convenios no producen nada. El éxito de un convenio es la productividad, expresada en investigaciones, intercambios y publicaciones. En el año 2009, la UNO organizó un congreso en educación, el cual hubiera sido excelente si la orientación de la universidad fuera la pedagogía, pero la realidad es otra, pues tal congreso no beneficiaba a los estudiantes, pero si justificaba decir que la administración estaba trabajando. Sin embargo, ello era comprensible si se considera el perfil normalista de la rectora.
Si la nominación de Graciela Cortés fue un error, la ratificación por un segundo periodo, fue algo lamentable, y fue responsabilidad entre otros, del patronato integrado por la CANACO, la COPARMEX, y el Ayuntamiento de Valladolid. No está por demás señalar que hábilmente, la rectora instituyó el premio denominado Sac-bé, el cual solo tuvo una emisión, para beneficiar a doña Elsy Méndez, una distinguida miembro de la COPARMEX, y con la cual la ex rectora tiene nexos familiares de segunda línea. El arte de la adulación rinde frutos. Nunca más se ha vuelo a otorgar el galardón mencionado; al menos para quien esto escribe, hay personas con mayor trayectoria en la lucha y defensa de los derechos indígenas que deberían ser merecedores de la distinción, como lo son el profesor Jorge Humberto Escobedo Moguel, dirigente del FIRO (Frente Indígena revolucionario de Oriente), o el profesor Bartolomé Alonso Caamal de la asociación civil Mayaón.
Causa pena ajena el haber leído a través del Diario que un dirigente empresarial de Valladolid fue a tratar de persuadir a los jóvenes ciudadanos para que abandonaran su protesta, pues según esta persona, denigraban la imagen de Valladolid. Creo que es peor ser vistos en el ámbito académico, como una comunidad a la cual, gracias a su torpe clase política-empresarial, le vendieron un fraude disfrazado con el traje del Rey Midas. Para evitar caer en los mismos errores, lo primero que debe considerar el patronato de la UNO, es evaluar la eficiencia de las autoridades educativas, en rubros como la investigación, la docencia, la vinculación interinstitucional, la titulación y el empleo para los egresados. Las relaciones familiares, las filiaciones partidistas o los compadrazgos, son un cáncer que mina el desempeño de las instituciones educativas.
Para no pasarlo por alto, cabe mencionar que en los dos cuatrimestres que colaboré como profesor de la UNO, a la rectora solamente se le veía en la universidad uno o dos días de la semana, el restante tiempo, se lo pasaba en la ciudad de Mérida. La relatoría podría ser muy extensa. Pero el hecho real es que los alumnos de la institución educativa han sido afectados negativamente en su formación profesional. La alta rotación de profesores ha hecho mucho daño en los procesos de aprendizaje, servicio social y titulación. El haber tomado la institución fue quizá una medida extrema, pero ampliamente justificada, y por lo tanto, legítima. Debemos estar orgullosos como vallisoletanos de este brillante ejemplo de valor y cultura cívica demostrada por los estudiantes y por la Sociedad Civil que les supo dar su apoyo a través de los medios de comunicación independientes.
Ahora se abre un nuevo capítulo en la Historia de la joven universidad, con el nombramiento del Dr. Carlos Bojórquez Urzaíz como nuevo Rector de la universidad, al cual de inicio se le da el beneficio de la duda sobre la posibilidad de hacer las cosas bien, y reencauzar a la UNO en su función vital en el Oriente de Yucatán. Su prestigio académico lo precede y su experiencia universitaria puede ser benéfica para toda la comunidad universitaria. Empero, es deber de toda la ciudadanía vigilar su desempeño.
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